29.11.14

Sueños lerinianos

Foto: Fran Ferrer
Pocos escritores más singulares y pocas trayectorias, en consecuencia, más excéntricas en la literatura hispánica contemporánea que las de Francisco Ferrer Lerín (Barcelona, 1942).
Si repasamos las enciclopedias, siquiera por encima, podremos saber que, en orden cronológico, tras sus estudios de bachillerato, comienza a los diecisiete años estudios de medicina al mismo tiempo que da inicio a su particular, y un tanto guadianesca, carrera literaria.
En 1964 publica su primer libro, De las condiciones humanas, y en 1971 recopila textos inéditos escritos entre 1960 y 1970 en La hora oval. En 1987 aparece su tercer libro de poemas, Cónsul, nueva antología de poemas escritos entre 1964 y 1973. A finales de los sesenta, se desplaza a Jaca para ejercer de ornitólogo. 
A principios de los setenta, regresa temporalmente a Barcelona y se licencia en filología hispánica y trabaja en la editorial Salvat y en el consejo de redacción de Barral Editores. En los años siguientes se adscribe al Departamento de Vertebrados del Museo de Zoología de Barcelona. En esa época ejerce de profesor de Ornitología de Campo en la Universidad de su ciudad natal
En los ochenta, viaja a Andalucía con la finalidad de ocupar un puesto de profesor de lingüística catalana en la Universidad de Granada y culminar su tesis doctoral pero, al parecer, trágicas circunstancias impiden esos proyectos. Más tarde es nombrado director de la Escuela Taller de Serralbo, en Sabiñánigo.
Como personaje ha aparecido, entre otras, en los libros Bartleby y compañía, de Enrique Vila-Matas, y en Diario de un hombre humillado, de Félix de Azúa.
En 2005 publica Níquel. Al año siguiente agrupa su obra poética completa bajo el título de Ciudad Propia. En 2007 edita El bestiario de Ferrer Lerín. Un año más tarde aparece Papur. En 2009, en Nuevos Textos Sagrados de Tusquets, Fámulo, Premio de la Crítica.
En 2011 aparece, también en Tusquets, una nueva versión de Níquel, con el título de Familias como la mía, y en 2012, Gingival, que recoge las entradas de carácter narrativo de su blog. En 2013 aparece en NTS su último volumen de poesía, Hiela sangre.
Ha traducido a Tzara, Montale, Claudel, Monod y Flaubert.
Vive en Jaca dedicado a la literatura.
Ahora publica en la editorial zaragozana Jekyll & Jill un nuevo libro,  Mansa chatarra.
La preciosa edición, que incluye algunas fotografías privadas del autor, corre a cargo del profesor y poeta valenciano José L. Falcó y reúne prosas que el autor catalán ha venido publicando en algunos de sus libros: La hora ovalCónsulEl bestiario de Ferrer Lerín, PapurFámuloGingival Hiela sangre, así como en su blog (cuya dirección es: http://ferrerlerin.blogspot.com.es), abierto a mediados de 2008. Con todo, se incluyen una veintena de inéditos.
“A la hora de la selección, escribe Falcó, se ha atendido al espacio onírico”, ese que tiene que ver con los sueños y las ensoñaciones, por seguir a Bachelard, esto es, con los sueños de día y los de noche. No se escribe el sueño, dijo Borges (y recuerda el editor y prologuista), sino la memoria de los sueños. Y pocos autores con un imaginario más poderoso para lleva a feliz término esa tarea. Más si tenemos en cuenta ese “entrecruzamiento de lo real y lo ficticio, de lo autobiográfico y lo imaginario, de la bibliofilia y la anécdota, de los espacios reales y los fantásticos” que caracteriza su literatura al decir de Falcó.
El de los sueños, en fin, sería “el segundo mundo que vamos habitando”.
Dije antes prosas y debería haber dicho textos, una palabra más ambigua pero aquí más pertinente pues se recogen narraciones como tal, sí, mas también poemas en prosa, microrrelatos y poemas a secas. A decir verdad, la distinción por géneros y Ferrer Lerín son incompatibles. Por suerte, en eso no es el único. Su condición de fronterizo es otra de sus marcas distintivas, lo que ha complicado, según creo, su fijación en el canon por parte de los canonistas, siempre tan contrarios al desorden genérico.
Sí, entre el sueño y la ensoñación, en torno a lo onírico, giran, ya se dijo, estos pequeños planetas literarios, tan fronterizos y galácticos como su autor. 
Prima, que quede claro, el lenguaje y al decir esto creo que se me entiende: la trama, por etérea o ligera o soñada, está al servicio de la escritura y son las palabras las que mandan. Porque la materia es frágil: los sueños, Lerín procede echando mano de una manera de escribir, se diría, automática (por recuperar la nomenclatura vanguardista), irracional incluso (por lo mismo), algo lógico si queremos expresar lo que sucede cuando se sueña. Sin que ello quiera decir, claro, que vaya a tontas y a locas, algo impropio en un tipo que se conduce tan bien. "¿Desde qué plano de la existencia estoy escribiendo?", se pregunta. Y en otro momento: "Ferrer Lerín cree que sueña."
Todo aquí es inquietante. Alrededor, monstruos, bestias (algo inherente al imaginario leriniano). También personajes extraños. Para lograr ese clima hay una especie de deliberada confusión espacio-temporal y un aire histórico (muy siglo diecinueve).
Es fácil evocar, si nos referimos al conjunto, a Borges. Y por varios motivos que no hace falta explicar aquí.
Tampoco falta el humor. Sutil. Así, en "Tradiciones", "Ciento ochenta" o "Cigomar" (donde se convierte en negro). 
El estilo derrocha elegancia a raudales; en "Brillo", por ejemplo.
Me han gustado especialmente "La heredad", "Comiaces", "Mancha chatarra" (paradigmático), "Avellanas", "Palingenesia", "La casa" (que empieza: "Regresé a los treinta años de mi muerte.")
Al final de "El muro" leemos: "Y no era yo". A esa extrañeza, a ese desdoblamiento (de nuevo lo borgeano), responden estos textos que autor y editor han hecho muy bien en rescatar. Para sus incondicionales (estamos, ya se sabe, ante un autor de culto) y, pongo por caso, para lectores lentos o atrasados (y con lagunas) como uno, no por eso menos adicto al mundo leriniano. 

Mansa chatarra
Francisco Ferrer Lerín
(Edición José L. Falcó)
Zaragoza, 2014

Nota: Esta reseña se ha publicado en la revista Turia. Nº 112. Noviembre 2014.