Llevo meses apartando lecturas para el verano. Libros demasiado voluminosos o de narrativa o simplemente de esos que a uno le apetece leer al borde de una piscina o en vacaciones, que cada vez están más cerca. Entre ellos, el que ilustra esta entrada, Cartas a sus amigos, de Ramón Gaya, en Pre-Textos, con prólogo de uno de ellos: Andrés Trapiello. O, en la misma colección, Prosa musical, de Gerardo Diego, coeditado con la Fundación que lleva su nombre.
También tengo aparcados los Diarios de Jaime Gil de Biedma, en Lumen, aunque los leí por partes, según fueron publicándose. No me cabe duda de que una de las lecturas de juventud que más me marcaron fue Diario del artista seriamente enfermo.
Esperan ensayos como Sobre nada y otros escritos, de Mark Strand (Turner) y La menina ante el espejo. Visita al Museo 3.0, de Luis Bagué Quílez (Fórcola).
En narrativa, Yoro, de Marina Perezagua (Los Libros del Lince), y Playa Omaha, de mi admirado Gonzalo Calcedo (Salto de Página)
De poesía, Eso, de Inger Christensen (Sexto Piso), que andaba buscando después de leer Alfabeto; Fuera de sitio, la poesía reunida, hasta ahora, de uno de nuestros más brillantes poetas: Antonio Lucas; y Poesía soy yo. Poetas en español del siglo XX (1886-1960) (Visor), de Raquel Lanseros y Ana Merino, una amplia antología de 978 páginas que reúne poemas de ochenta y dos mujeres de este y el otro lado del Atlántico. El título juega con el verso de Bécquer y con ella el editor parece rectificar tras aquellas polémicas afirmaciones sobre la poesía femenina vertida en una ya famosa entrevista que le hizo Nuria Azancot para El Cultural. Ah, echo en falta a Olvido García Valdés o a Chantal Maillard y me alegro de presencias como la de Rosario Castellanos y la de mis paisanas Pureza Canelo e Isla Correyero. Ah, que conste: sólo la he ojeado.
Especial interés tengo por tres tomos de diarios. El segundo de Avelino Fierro, Ciudad de sombra (Eolas Ed.), Segundo Cuaderno de St. Louis, de mi añorado Luis Javier Moreno (también en Eolas Ed.) y Diario de una vida breve, de Juan Manuel Silvela Sangro (Pre-Textos), en edición de José Muñoz Millanes. A medio camino entre la poesía y el diario está Entre zarzas y asfalto, de Alejandro López Andrada (Berenice), un libro escrito en una de esas encrucijadas que, a nuestro pesar, la vida se empeña en situarnos.
Menudean otros libros encima de la mesa donde los voy amontonando sin remedio. De poesía, sobre todo. También están a punto de ser lecturas veraniegas. Ya toca.