No siempre es fácil distinguir un diario de lo que no lo es,
y más en estos tiempos en los que tanto se prodigan, por la variedad de
formatos y espacios de difusión disponibles, las colecciones de apuntes
misceláneos de escritor, que no necesariamente conforman un diario propiamente
dicho.
De ahí que lo primero que cabe destacar de Porque olvido (Diario 2005-2009) sea que efectivamente responde a lo que anuncia –y
ello, a pesar de que se trata de una selección de entradas de un blog en el que también se publican
reseñas y otros escritos más o menos circunstanciales–. En efecto, el poeta y
crítico literario Álvaro Valverde (Plasencia, 1959) logra, al entresacar de
este blog las entradas más
personales, las vinculadas a su vida familiar, a su trabajo como maestro de
enseñanza primaria y a sus relaciones sociales y compromisos literarios, que
este conjunto en principio no muy nutrido de anotaciones –apenas unas
veinticinco páginas por año– se articule en torno a los elementos básicos que
certifican la existencia de un empeño de escritura diarística: un relato
autobiográfico hecho de recurrencias reconocibles, un logrado equilibrio entre
narración y reflexión y una especie de pacto de confidencialidad dirigido al
lector, incluso cuando éste sabe que el diario en cuestión se difunde por un
medio público.
Y el caso es que Álvaro Valverde se presenta en su diario
fundamentalmente como un hombre público. Como tal, se refiere a las importantes
responsabilidades como gestor cultural que en su día asumió en su región,
Extremadura, y de las que luego sería apartado por razones espurias. Y es
también esa dimensión pública la que lo lleva con frecuencia a presentarse como
ciudadano activamente interesado en los asuntos del día, no sólo culturales, e
incluso a asumir una cierta posición de cronista del “resurgimiento cultural”
que, en su fundada opinión, ha conocido su tierra, así como del empeño de su
generación por lograr la “modernización literaria” de la región. “Quise ir de
lo local a lo universal”, refiere en algún momento. Y no cabe duda de que su
atención a la noticia menuda, su serena pero firme indignación ante ciertos
desafueros locales –como los hay en todas partes– y su permanente
reivindicación de lo que podríamos denominar la cantera literaria extremeña, de
la que él mismo ha surgido, dan fe de que el poeta reconocido y premiado a
nivel nacional que es Valverde se siente cómodo en su entorno literario
inmediato y no desaprovecha ocasión de reivindicarlo. Dan cuenta de ello, por
ejemplo, las numerosas semblanzas personales que enriquecen este diario,
muchas de ellas dedicadas a amigos que fallecieron en el espacio cronológico al
que éste se circunscribe: el poeta y traductor Ángel Campos Pámpano, el también
poeta y animador cultural Santiago Castelo o el editor Julián Rodríguez, entre otros.
Pero esta dimensión “pública” del diarista apenas lograría
integrarse en un discurso de pretensiones confidenciales si no viniera
respaldada por un retrato íntimo creíble. Resulta significativo, por ejemplo,
que el activista del fomento de la lectura –Valverde lo ha sido y lo es–
confiese haberse criado en un hogar humilde y con pocos libros; como lo es que
quien reconoce un fondo de timidez en su activa vida social y literaria se
corresponda con un paseante solitario y contemplativo y un hombre celoso de su
intimidad, aunque no por ello escatime, desde una cierta discreción, unos pocos
datos reveladores sobre su vida familiar, su entorno laboral, alguna que otra
incidencia doméstica, etcétera. Igualmente, el retrato moral que Valverde
ofrece de sí mismo no escatima al lector sus ocasionales desacuerdos con el
entorno social y político en el que se desenvuelve –y al que debe algún que
otro disgusto–, así como el eco amortiguado de viejas pero en su día sonadas
batallas literarias en las que el hoy poeta ecléctico y crítico de amplísimas
miras participó con ánimo militante.
Tal es el mérito de este diario: entresacar de una
consolidada “bitácora”, muy ceñida a la crítica e información literaria en
general, un convincente diario íntimo y poner en valor al personaje
autobiográfico que lo sustenta, con sus idiosincrasias y contradicciones. Más o
menos como todo el mundo.
Publicado en caoCultura.