
Resulta admirable cómo llegan algunos libros a casa. Pura artesanía. Labor de chinos (con perdón). Me refiero a su concienzudo envoltorio. Como si no fuera bastante castigo el dichoso retractilado. Aunque se fabrican prácticas cajas y sencillos sobres que se abren con facilidad, algunos editores y particulares se empeñan en blindarlos a base de papel de estraza y celo a mansalva por lo que uno se ve obligado a echar mano de abrecartas metálicos, tijeras y mucha, mucha paciencia para sacar a los pobres ejemplares de su camisa de fuerza. Lo peor es que en la delicada operación excarcelatoria algunos se dañan, cuando no eres tú el que se corta o se lastima. Miedo me da ver algunos paquetes al salir del buzón. Y qué alegría, sí, descubrir lo que tan celosamente encierran cuando por fin los liberas.