Estos días no puedo por menos que recordar de continuo a mi amigo Ramón Ibero, extremeño residente en Sabadell y anticatalanista convencido. Bueno, como dice su mujer, Margarita (catalana de nacimiento, por más señas), la gente como él es antiseparatista, pues lo que quiere es una Cataluña unida a España.
Ahora con lo del Estatut está que arde. Normal.
Lo conocí gracias a Fernando Pérez. Es, por cierto, un excelente traductor al que se deben algunas obras notables, sobre todo relacionadas con el arte. No sería extraño que tuvieran en su biblioteca algún libro que haya traducido.
Si me acuerdo tanto de él es porque muchas de las cosas que están pasando ya las había vaticinado. Las tengo por escrito. Y escribe mucho sobre este asunto, vaya si escribe.
No se me olvidará nunca la mañana de agosto en que quedé con él, con Margarita y con su perro en la plaza de Hervás, su pueblo. Se nos unió Ventura Duarte. Ante un comentario del peregrino sobre el nieto del poeta catalán que prologó las Extremeñas de Galán, Ramón se revolvió en su silla, se levantó airado y amenazó con dejarnos allí mismo. Tanto Ventura como yo veíamos poco peligro en el exalcalde de Barcelona. Incluso simpatizábamos con algunas de sus propuestas. Pura inocencia. O ingenuidad, que es peor. De esto hace tres o cuatro veranos. Ibero, sin embargo, le tenía bien calado. A lo que se ve, la razón estaba de su parte. Que antes que socialista era nacionalista es algo que por entonces no teníamos muy claro. Esperemos, con todo, que sus últimos augurios no se cumplan. Estaría encantado de que esta vez fallaran. Si los leyeran, estarían de acuerdo conmigo.
Ahora con lo del Estatut está que arde. Normal.
Lo conocí gracias a Fernando Pérez. Es, por cierto, un excelente traductor al que se deben algunas obras notables, sobre todo relacionadas con el arte. No sería extraño que tuvieran en su biblioteca algún libro que haya traducido.
Si me acuerdo tanto de él es porque muchas de las cosas que están pasando ya las había vaticinado. Las tengo por escrito. Y escribe mucho sobre este asunto, vaya si escribe.
No se me olvidará nunca la mañana de agosto en que quedé con él, con Margarita y con su perro en la plaza de Hervás, su pueblo. Se nos unió Ventura Duarte. Ante un comentario del peregrino sobre el nieto del poeta catalán que prologó las Extremeñas de Galán, Ramón se revolvió en su silla, se levantó airado y amenazó con dejarnos allí mismo. Tanto Ventura como yo veíamos poco peligro en el exalcalde de Barcelona. Incluso simpatizábamos con algunas de sus propuestas. Pura inocencia. O ingenuidad, que es peor. De esto hace tres o cuatro veranos. Ibero, sin embargo, le tenía bien calado. A lo que se ve, la razón estaba de su parte. Que antes que socialista era nacionalista es algo que por entonces no teníamos muy claro. Esperemos, con todo, que sus últimos augurios no se cumplan. Estaría encantado de que esta vez fallaran. Si los leyeran, estarían de acuerdo conmigo.