4.4.18

30 de Loewe: una reflexión

©Álvaro Tomé 
Ya dijimos aquí atrás que la Fundación Loewe celebraba el treinta aniversario de su premio de poesía con la edición de una antología titulada Mareas del mar. La ha publicado, como los sucesivos libros ganadores, Visor, y la selección y el prólogo han corrido a cargo de Luis Antonio de Villena.
El autor de Hymnica y Jesús García Sánchez, más conocido como Chus Visor, son, junto a Enrique Loewe, patrocinador del galardón, las personas que están en este empeño desde el principio, aunque la máxima responsabilidad por parte de la lujosa y cosmopolita casa madrileña recaiga ahora en Sheila Loewe, hija de don Enrique, quien no se ha desvinculado del todo de una empresa que lleva décadas apoyando de una manera tan sobriamente elegante como serenamente entusiasta. 
También se comentó que este florilegio continúa el camino emprendido con La poesía plural, que surgió al cumplirse la primera década del premio, y siguió con Los senderos y el bosque, que llegó al cumplir la segunda.
Villena alude en su introducción a los jurados, así en plural, pues que han cambiado con el paso de los años, y cuya actuación se caracterizaría por la independencia y el rigor. Podrá uno estar más cerca de uno u otro libro, de este o aquel estilo, pero de cuantas se han premiado se puede afirmar que son verdaderas obras poéticas. No es poco. Valente, en eso, se equivocó. 
No faltan reflexiones sobre la presencia femenina, un signo de los tiempos y tan escasa como acostumbra, ni sobre los autores ultramarinos. Nadie duda a estas alturas de la vocación internacional del Loewe. Que va a más, por cierto. 
"Pluralidad" es la palabra clave. El mar es uno, pero las mareas cambian, viene a decir Villena para justificar el título de la obra. Otra es "excelencia", más en "tiempos como los que vivimos, de grande pobreza cultural y mental en términos generales". Precisa, por eso, que hay que "remar contracorriente". Hay un tercer término: "modernidad", si bien uno no acaba de entender lo que eso significa cuando se habla de algo tan intemporal e intempestivo como la poesía. 
Dice, en fin, Villena que la muestra ha sido consultada porque se ha pedido a los autores que elijan hasta diez poemas a partir de los cuales él ha hecho la selección definitiva. No ha sido mi caso, desde luego, aunque no me quejo, al revés, por lo escogido.
Pero no sólo se conmemoran los treinta años con la antología. También se ha lanzado el documental "Poesía eres tú", que se estrenó el pasado Día Internacional de la cosa. Dicen que "el film ofrece una visión plural del panorama actual de la poesía en español, a través de las voces consolidadas del jurado y el palmarés del Premio LOEWE de Poesía, así como de nuevos talentos que se abren paso en nuevos soportes". Y es en esta segunda parte donde uno encuentra la contradicción. Al lado de autores vinculados al premio como jurados (Francisco Brines, Jaime Siles, Antonio Colinas, etc.), de críticos como Víctor García de la Concha y de poetas que lo ganaron (como los imprescindibles García Montero, Benítez Reyes y Marzal), aparecen opiniones de, entre otros, Elvira Sastre o Marwan, cabezas de serie de eso que se ha dado en llamar nueva lírica o poesía juvenil, la que parecer arrasa en las mesas de novedades y acapara los primeros puestos de las listas de ventas, autores de los que uno nunca diría que brillan, precisamente, por su talento. Digo contradicción porque si de lo que se trata es de premiar la "excelencia" y de ir "contracorriente" aquí, al apoyar a estos autores, sus ocurrencias y vaguedades, por muy seguidas que sean, se está tomado la dirección contraria: hacia la insolvencia manifiesta y la moda en su peor sentido. ¿Será por eso que ninguno de ellos lo ha ganado? No es un problema, por cierto, de soportes (de si el poema se escribe a mano y en papel o si en la líquida superficie de un teléfono móvil). Ni de sexos, tendencias o edades (no todo lo nuevo y joven es bueno), sino de sustancia: de si es poesía o, como dice Luis Alberto de Cuenca, parapoesía. Sólo eso.
Ya confesé mi discreto estupor al comprobar que el libro que ha conseguido el último Premio Loewe a la Creación Joven fuera presentado en la fiesta del Palace por la autora de Cuarenta y tres maneras de soltarse el pelo. Sigo sin dar crédito. Debo de ser muy torpe. Uno, en su inocencia (o en su ignorancia, tanto da), creía que si por algo se caracterizaba este acreditado galardón, que uno siente como algo propio, era por su alto nivel de exigencia, eso que le distingue de tantos y tantos premios poéticos que pueblan la geografía patria. ¿En qué ayuda, entonces, esta interferencia? ¿Dónde está el mérito? ¿A qué viene esta frivolidad que al cabo le lastra, desvirtúa y empequeñece? No dejan de ser, insisto, poetas ajenos al mismo. Una suerte, añado. Por decirlo de una manera del todo comprensible, es como comparar un auténtico bolso de Loewe con una simple falsificación de mercadillo.
Lo que importa es la antología, claro, porque no deja de ser un reflejo bastante fiel de lo que ha sucedido a lo largo de estos treinta años. Por más que el nuevo mensaje a uno le confunda y hasta le entristezca. Y digo a uno porque no he escuchado a nadie, relacionado o no con el premio, una sola reflexión al respecto. En fin, seré yo el equivocado. El que eleva a categoría lo que no deja de ser mera anécdota. Seguro.