1.11.17

Estela

Recuerda, caminante,
que a la sombra perenne
de este árbol, en el suelo
gastado y polvoriento
de estos campos,
en este berrocal
que ven los siglos
como capricho singular
de la naturaleza
–cerca del Puerto,
en pleno Valcorchero,
frente al Valle–,
descansa para siempre
José María
Berrocoso Martínez,
placentino del mundo
que tanto amó este sitio
y por eso dispuso
que aquí se dispersaran
sus cenizas.
Eso hicimos
una tórrida tarde de verano,
a finales de agosto,
casi al anochecer,
antes de una tormenta.
En esa curva del camino viejo
hay un banco de piedra
donde sentarse a meditar.
Sobre la muerte, por ejemplo.
Porque es culminación
de vidas tan vividas
como la que él agotó.

José Ignacio Hinojal Sánchez